¡Estuve como Rose a punto de morir en el Titanic!

Te cuento sobre el Titanic de mi vida

Pasé meses de incertidumbre y mucha angustia por no saber qué hacer. Mi mayor limitación mental era: ¿quién soy sin un título universitario? He leído miles de historias de mujeres que a sus 20, 25, 30 años estaban sin rumbo, sin propósito y con la sensación de no haber hecho nada con sus vidas. Esto pasa mucho y no es una crítica, sino un llamado de atención. En mi caso, no fue así.

Desde muy temprana edad, tenía claro lo que quería para mí. En mis 20 años estaba más clara que el agua, sabía lo que quería y estaba dispuesta a alcanzarlo. Tenía tanta hambre de lograrlo que nada me detenía. Si encontraba muros, hacía rápel; si veía montañas, las escalaba. Nada me detenía.

Me convertí en mamá en esta época y fue la gasolina que me llevó hasta terminar exitosamente esta etapa. Me convertí en una profesional con tremendo título. Desde cero, sin dinero ni herencia, construí lo que me ayudó a alcanzar mi máximo potencial en ese momento, convirtiéndome en una empresaria dueña de su propia vida, con ingresos que me permitían vivir la vida que había soñado años antes.

¡Hasta que migré! 😒

Qué golpe me llevé. Pensé que, porque había logrado mis proyectos anteriores, aquí sería igual, con la misma pasión y disciplina, que sería feroz y lo lograría. Pero no fue así.

¿Qué me pasó? Cuando me quité el título de odontóloga, no me quedó nada. Venía con la creencia de que «el título te hace alguien». Así que, al engavetar mi título, literalmente me engaveté a mí misma. Y pasé mis días como el Titanic, hundiéndome.

Pasaron meses de incertidumbre y mucha angustia sin saber qué hacer, porque mi mayor limitación mental era: «No sé hacer nada más que ser odontóloga». Estuve como esas jóvenes de 20 años que mencioné, sin saber qué hacer ni hacia dónde ir, pero con 37 años, un duelo de haber perdido mi vida y con tres hijos.

El hecho de ver que no tenía un hobby, una habilidad o algún don escondido me desesperaba. Todo el mundo a mi alrededor sabía hacer algo, y yo nada. Hasta que, ya como Rose, montada en la puerta de madera en medio del Atlántico, me hicieron una invitación que rechacé en primera instancia. Luego, gracias a Dios, dije que sí: me invitaron a una conferencia a contar mi historia de migración. Todo cambió.

Exponerme me permitió descubrir un don que no conocía: el poder de comunicarme. Pero al principio no lo sentía importante ni le daba el valor que merecía. Pensaba que no me llevaría a ningún lado, ya que se me daba de forma natural y sin esfuerzo. Superar el miedo era el reto, pero comunicarme era sencillo.

Aquí viene la historia de superación

Fue entonces cuando me di cuenta de que, obviamente, tenía dones y talentos, pero que por la programación que tenía en mi cabeza no lograba sacarlos a la luz. Busqué ayuda profesional para que me guiaran en el proceso de ver lo que yo no podía ver. Descubrí un mundo en el que querer ser mejor da miedo, y donde buscar crecer es intimidante. No lograba conectarme con esa Mafer segura de sí misma que fue en aquella primera etapa de vida.

En mi cabeza se repetía una y otra vez: «Ya no soy la jovencita de 25 años que se comía el mundo. Ahora soy una mujer de casi 40 años, con cuatro hijos, casada, con un duelo y un despecho que no me quiero quitar de encima». Y tú dirás, ¿qué tiene que ver esto con la historia? Pues tiene todo que ver. Mi programación mental me limitaba, me hacía sufrir. Estaba tan aferrada al pasado que no lograba vivir mi presente diferente, y mucho menos mirar con ilusión hacia un futuro prometedor.

Este capítulo cierra así

Con mucho miedo, me lancé y comencé a hacer un programa de radio que me daba soltura y fluidez al hablar. Pasé de estar detrás de la tarima a estar al frente. Una pensaría que la vida misma me empujaba hacia este mundo, pero se convirtió en un reto tan personal superar esta etapa, que me enfoqué tanto que atraía más y más de eso nuevo que estaba viviendo.

Y lo volví a hacer. Porque definitivamente esas habilidades que había usado antes estaban dentro de mí; solo que mi «lógica razonable» tenía mi visión empañada por la programación mental equivocada que tenía.

Imagina cuántas veces tu programación mental te impide ver con claridad.

Pasé del miedo a la confianza. De ser insegura a tener la seguridad de entender mi proceso. De facturar 0000 a hacer mis primeros $97k en 120 días. Ese solo fue el comienzo. Comencé a sentir tanta gratitud que no me podía quedar con este secreto, y decidí enseñar a otras mujeres a alcanzar su potencial. Los resultados fueron inimaginables.

Por eso, hoy sé que sí puedes vivir mejor, cómodamente y en paz, haciendo lo que te gusta. Escribiendo tu propia historia de superación. Desde una nueva mente, dejando atrás los violines del Titanic hundiéndose.

Ya no me sorprende ver cómo cada emprendedora que ayudo desata su potencial. Porque las herramientas funcionan cuando se aplican correctamente.

Deseo de todo corazón que tu próximo 2025 sea de superación personal. Y si sientes que quieres hacerlo acompañada, aquí estoy para ayudarte a transitar tu camino. No lo haré por ti, pero te diré exactamente qué funciona y qué no. Porque si yo pude, ¡tú también puedes!

Con cariño,
Mafer Proactiva

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